Cuando a este singular compositor cordobés lo intentan incluir en ciclos, muestras, conciertos o eventos musicales de distinta índole en los que intervienen varios artistas que se unen por algún criterio, el principal problema que encuentra la organización es que es inclasificable, a la par de inexcusable su intervención, por atrayente y casi misteriosa.
Lejos de ser un handicap, esta circunstancia se valora como una seña de identidad única, una rara avis en los tiempos que corren de masificación y enlatado de todo. Javier Montijano es realmente de lo que no hay, su forma de “globalizar” es un compromiso serio con la sensibilidad y el medio en que vivimos. Todo ello contemplado a veces por un suave velo naif que le dota de un poder de acercamiento a varias generaciones. Fácil de descifrar y a la vez descarna sentimientos y verdades como puños, relatando historias ficticias que trasladan tanto a un país de maravillas como a una ristra de bofetadas de realidad cotidiana de lo estrictamente humano.
Javier Montijano es, por tanto, héroe y antihéroe a la vez. Ahora comprendido, ahora oculto. Un sol étnico-lírico que alumbra a quien se deja.
Su última creación, llamada Baobab (2014), se estrena en directo en estos días. Con dos años de trabajo detrás, es el único de sus discos que tiene producción externa, en concreto la de Sebastián Merlín, recientemente galardonado de nuevo con otro premio Grammy por el último disco de Jorge Drexler.
En el escenario, la voz de Javier se acompaña de su guitarra y, como no podía ser menos original, de una curiosa simbiosis con la batería, a cargo de Eduardo Viñolo como parte implicada tanto en interpretación, identificación y, a veces, producción en los, hasta ahora, nueve discos de este singular artista. En ocasiones ha contado en directo con la marimba y los teclados de Jesús Ramírez, profesor de marimba del Conservatorio de Córdoba.
Javier Montijano tomó tierra en Córdoba en noviembre de 1966. A los 15 años empieza a rasguear una guitarra y a golpear todo lo que encuentra a su paso. A los 19, forma su primer grupo, Sobre un Tejado, con quien graba varias maquetas, realizando espaciadas actuaciones, entre la que destaca la llevada a cabo en enero de 1990 en el programa de Televisión Cajón Desastre. Previamente en 1987, gana con este grupo el Premio Canciones para la Esperanza.
En 1994, en compañía de una banda de músicos accede a la Final del Certamen Andaluz de Canción de Autor, donde consigue el accésit. A partir de entonces, monta un pequeño estudio doméstico donde comienza a experimentar hasta acercarse al tipo de música que formaciones standard no le permiten. Influencias de músicas de otras culturas salen a la luz de forma más o menos tamizada, como envoltorio de unas canciones cada vez más alejadas de la producción en serie.
En 1998, vive 5 meses en Mongolia, en calidad de cooperante, lugar en donde compone gran número de canciones.
En 2003, su canción Sombras es seleccionada en la Convocatoria Mejores Canciones de Rock en Español en la Red.
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