Entre una vivencia directa del arabesco y del flamenco, un tesoro de hojas sueltas iniciado en el año 45 que recibió de su padre, una mesa, un olvido o varios, un patio, unas tijeras y muchas cosas más, Paco Melero ha ido grabando a fuego su propia intuición del mundo… sus desviaciones: las variaciones más sutiles de esas formas que ve, que imagina, que repite y que se le rebelan y se revelan, autónomas, diferentes, en cada gesto, entrelazándose y trazándose entre ambos, repetidamente nuevos caminos… geométricos.
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